
Esta vez con una obra del intelectual franco-español Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, especialista en geopolítica y estrategia, y reconocido periodista y analista de política internacional. En próximas entradas les hablaré también sobre un artículo aparecido en Miradas al Sur, el periódico de Eduardo Anguita, que presenta (en un artículo escrito por Walter Goobar) la teoría de James Fetzer sobre los atentados del World Trade Center, que básicamente se resume en un pasmoso autoatentado. Y como para justificar el título de este blog, les hablaré en otro momento de algunos libros de artes marciales que son imperdibles para los cultores y amantes de estas disciplinas.
Pero vamos al grano. Antes de entrar de lleno en el libro, un dato más: el autor fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Esta pequeña obra de 170 páginas es un interesantísimo resumen sobre la historia de la guerra de Irak desde finales de la Guerra del Golfo de 1991 hasta mediados de 2004.
Comienza por describir cómo fue la marcha hacia la guerra y los planes que fueron adoptando desde la Casa Blanca George W. Bush y su entorno con respecto a Irak. Aquí nos parece un resumen de la ya clásica obra del periodista Bob Woodward Bush en guerra.
Inmediatmente luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, aún más, al día siguiente, ya estaba la idea de ir contra Saddam en la mente de Bush. Así se lo hizo saber al equipo dirigido por Richard Clarke, por entonces jefe de antiterrorismo en la Casa Blanca: "Comprueben si Saddam está en el origen de todo esto. Vean si está ligado a esto de una manera u otra. Sé que es Al-Quaeda, pero comprueben de todos modos si Saddam no está implicado. Vuelvan a mirarlo, eso es todo. Quiero hasta la menor partícula de información."
Cierto es que la idea de ir contra Saddam ya venía de los tiempos de su padre George. Era como un mandato familiar prácticamente. Si no lo pudo hacer el padre, el hijo lo intentaría.
Luego se detiene el autor a observar el entorno presidencial que se encargó de preparar las vituallas para la guerra: Richard Cheney, el poderoso vicepresidente, apodado el "Richelieu americano", "eminencia gris de George W. Bush" y destacado halcón, beneficado con los contratos de la reconstrucción de Irak (un paquete de al menos 100 mil millones de dólares). En 1992 acuñó junto a Paul Wolfowitz (por entonces secretario adjunto de Defensa), las Recomendaciones para una Política de Defensa, una suerte de manual de estrategia geopolítica que básicamente consistía en hacer oídos sordos a Naciones Unidas y proponía las alianzas ad hoc, es decir, compuestas sólo para determinados fines. Nada de alianzas definitivas que comprometan al Estado por largo tiempo. Una vez cumplido el propósito para el que fue creada, la alianza se disuelve y a otra cosa.
William Kristol y Robert Kagan son los neoconservadores que elaboraron el Project for a New American Century (PNAC), que desempeñaría un papel crucial en la elección de Bush en 2001 y proporcionaría la doctrina del neoconservadurismo, que atraería a intelectuales y personalidades como Francis Fukuyama, Samuel Hungtington, Richard Perle y Donald Rumsfeld.
Es imperdible la reseña que el autor hace de este último. Lo llama "el maestro de la guerra". Y cuenta cómo fue la historia de esta famosa foto que lo muestra dándole un cálido apretón de manos a Saddam Hussein:

"El presidente Ronald Reagan y su secretario de Estado, George Schultz,enviaron en diciembre de 1983 (en el marco de la guerra Irak-Irán, en la que Estados Unidos apoyaba a Irak en contra de su enemigo shiíta el Ayatollah Jomeini) a un emisario especial para discutir con Saddam Hussein los medios que Washington podía poner a su disposición. Eligieron a un hombre sin función oficial, un antiguo consejero especial del presidente Richard Nixon y presidente en la época de la empresa farmacéutica GD Searle & Co. (inventora del aspartame): se trataba de Donald Rumsfeld. Éste se entrevistó en Bagdad, el 20 de diciembre de 1983, con Saddam Hussein, que lo recibió de uniforme. Una célebre foto, procedente de un reportaje realizado por la televisión iraquí, inmortalizó el apretón de manos entre los dos hombres. Saddam Hussein, enemigo declarado de Israel, era descrito ya, en numerosos informes de organizaciones de defensa de los derechos humanos, como el 'carnicero de su pueblo'; fue acusado de haber utilizado gases de combate contra los iraníes, y era sospechoso, además, de intentar tener acceso a la tecnología nuclear. Parece que ninguna de estas acusaciones molestó a Rumsfeld." Cuando en 2002, la cadena CNN le preguntó que hacía con el dictador en ese momento, se excusó diciendo que "trataba de ponerlo en guardia contra la utilización de gases contra el pueblo iraní". Qué cintura (de lavarropas).
El lbro en definitiva no tiene desperdicio. Se encarga de demostrar cabalmente que la invasión de Irak fue un ardid, una mentira lisa y llana acerca de las armas de destrucción masiva que no existían desde 1992 en que Saddam mandó destruirlas. Porque lo que hacía falta era que el pueblo (norteamericano) esté de acuerdo en esa operación de invasión, y para movilizar al pueblo nada menos que una gran catástrofe como la de Pearl Harbour o la de las Torres Gemelas. Tampoco existían vínculos entre Al-Quaeda e Irak. No había peligro inminente para Estados Unidos porque el Irak de 2003 era un pueblo sumido ya en la miseria, en la hambruna a raíz de los bloqueos y en la barbarie, que utilizaba los ingresos del petróleo para reproducir la violencia contra kurdos y shiítas. En ese entorno, empresas norteamericanas como Bechtel, que financia las campañas electorales del clan Bush, suministraron a Irak una fábrica química.
La venta de uranio enriquecido por parte de Nigeria a Irak (una de las mentiras de Estado que utilizó la administración Bush para ir a la guerra) fue probada como una farsa por el embajador Joseph Wilson en un informe a la CIA: "El vicepresidente Cheney había recibido un documento, un protocolo de acuerdo de venta de Nigeria a Irak de concentrado de uranio enriquecido. Este documento había sido emitido por el gobierno de Nigeria. La CIA me pidió que observara el asunto de cerca, que me informara e investigara entre mis relaciones. En febrero de 2002 pasé ocho días en Nigeria conversando con todos los que podían informarme. Pronto me convencí de que no había sucedido nada de aquello. Un simple análisis del documento mostraba la tosquedad de la manipulación. Las cartas contenían faltas de ortografía en francés. Una de las cartas estaba firmada por un funcionario que había cesado diez años antes. Varias fechas no correspondían con los días de la semana. Varios nombres y títulos de funcionarios eran inexactos... Era una falsificación, fabricada para engañar".
Esto del engaño es algo meticulosamente planeado. Tanto es así, que se creó la Oficina de Planes Especiales en el seno del Pentágono (según reveló Seymour Hersch en el New Yorker el 6 de mayo de 2002), a expensas de Wolfowitz, y dirigida por Abram Shulsky, con la misión de analizar los datos recogidos por las agencias de información (CIA, DIA, NSA), para efectuar síntesis que serían remitidas al gobierno. Esta oficina fue la que se encargó de colocar el tema de las armas de destrucción masiva en la prensa, así como también la supuesta relación de Al-Quaeda con Irak. Detrás de la oficina, como informante, estaba el disidente iraquí Ahmed Chalabi, un cuestionable personaje que EstadosUnidos colocó al frente del Congreso Nacional Iraquí, luego de finalizados los combates.
La mentira repetida se convierte en verdad, reza un axioma de la propaganda política. Por eso y una vez descubierta esa Oficina, se planeó y se ejecutó otra más secretamente: esta vez se la bautizó Oficina de Influencia Estratégica, y su artífice fue Donald Rumsfeld. Su misión era sencillamente difundir informaciones falsas útiles a la causa de Estados Unidos. Algunas de estos "pescados podridos" fueron el famoso caso de la soldado rescatada Jessica Lynch, que no tuvo nada de heroico pues las fuerzas iraquíes se había retirado y dejado a Lynch en un hospital para cuando llegaran los marines (la escena del rescate fue filmada por un asistente del director Riddley Scott -el de Black Hawk Down- con una cámara de visión nocturna), el derribo de la estatua de Saddam en Bagdad (con una también cuidada escenografía), y la alegría de los iraquíes al entrar las tropas estadounidenses.
Lo que queda claro después de leer el libro es que el mecanismo inaugurado de "guerra preventiva", al invadir a Irak sin contar con el mandato de Naciones Unidas (que es el mecanismo elegido por el sistema internacional luego de la Segunda Guerra Mundial para velar por el orden y la seguridad internacionales), fue dejado de lado y por esto, se violó la ley internacional. Algunos países se encolumnaron rápidamente tras Estados Unidos -Inglaterra, España-, y otros tuvieron una actitud crítica de esta manera de actuar -Alemania, Francia-.
¿Y por qué Irak? Es el petróleo, estúpido (diría Clinton). Y tiene razón. Pero el error de cálculo era que los Estados Unidos esperaban que tras la dominación de Irak, la producción de petróleo podría doblarse rápidamente, lo que tendría como consecuencia una caída inmediata del precio del crudo y favorecería el crecimiento de Estados Unidos. Qué error garrafal, o mejor dicho, barrical: hoy el precio del barril está rondando los US$ 140, es decir, cien dólares más que en 2003.
En definitiva, Ramonet dice que el verdadero Eje del Mal no es el que denuncia Bush sino que es el compuesto por el FMI, el Banco Mundial y la OMC. "Este eje maléfico sigue imponiendo al mundo la dictadura del mercado, la preeminencia del sector privado y el culto del lucro, provocando en el conjunto del planeta daños aterradores: gigantesca quiebra fraudulenta de Enron, crisis monetaria en Turquía, hundimiento calamitoso en Argentina, devastaciones ecológicas en todas partes..."
También deja espacio para ocuparse de la matanza de Faluya, las torturas de Abu Grahib y de la cárcel de Guantánamo, ricas en violaciones a los derechos humanos, así como de los recortes de las libertades civiles patrocinadas por la Patriot Act, de octubre de 2001.
Un nuevo mundo se está formando, diferente de aquél que se concibió a fines de la Segunda Guerra, pero conlos mismos actores. En este escenario actual, los principios de libertad, democracia y derechos humanos no importan tanto a no ser que sean funcionales al objetivo, donde los amigos suelen ser dictadores y asesinos siempre y cuando sean funcionales a los obetivos, y donde las alianzas son cortas y perecederas, supeditadas al logro de esos mismos objetivos.
Los recientes movimientos militares realizados en el Golfo Pérsico por la Marina de Estados Unidos (azuzando a los ejercicios militares iraníes) y la reactivación de la 4º Flota en el Atlántico Sur, son dos hechos que confirman que el instrumento militar vuelve a convertirse en un instrumento decisivo de la política exterior.
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